La gargantilla: el renacimiento de un clásico de la joyería
El collar gargantilla regresa triunfante a las colecciones de las grandes casas de joyería de la Place Vendôme.
La gargantilla, reconocible por su forma corta y ceñida a la garganta, ha sobrevivido a la prueba del tiempo y el estilo. Originario de civilizaciones antiguas, este collar se remonta a Mesopotamia y al Antiguo Egipto, donde simbolizaba el estatus social y ofrecía protección espiritual. Los egipcios adornaban sus cuellos con collares de cuentas, mientras que, mucho más tarde, las mujeres del Renacimiento utilizaban cintas para subrayar su elegancia. Ana Bolena, la esposa de Enrique VIII, ilustra su encanto en un famoso retrato en el que lleva una emblemática gargantilla.
A finales del siglo XVIII, los nobles franceses posrevolucionarios adoptaron gargantillas de seda roja como homenaje a las víctimas de la guillotina. Sin embargo, esta joya adquirió una dimensión refinada durante la época victoriana, cuando las mujeres de clase alta la adornaron con camafeos, encajes y piedras preciosas, creando un contraste entre sofisticación y audacia.
La evolución estilística de la gargantilla
Los primeros años del siglo XX marcaron un punto de inflexión para la gargantilla, impulsada por joyeros visionarios como Henri Vever y René Lalique. Introdujeron versiones decoradas con motivos florales o femeninos en placas centrales, suspendidas por perlas y gemas. Esta estética, bautizada como «collar de perro» por los anglosajones, transformó la gargantilla en un símbolo de feminidad misteriosa pero asertiva.
Hoy, la gargantilla vuelve a ser imprescindible. Las casas de joyería están reinventando esta joya en lujosas variaciones: engastada con diamantes, con múltiples hileras de perlas o adornada con piedras de grandes quilates. Este regreso marca una fusión de modernidad y tradición, permitiendo que la gargantilla se adapte a todos los estilos.
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