Attilio Marrazzo: Italia como herencia, el rigor como firma

Nos reunimos con el chef Attilio Marrazzo a primera hora de la mañana. El comedor sigue vacío, pero la cocina está ocupada. Attilio Marrazzo está allí, observando, probando, ajustando. Este momento, antes de que se instalen los primeros clientes, es su favorito. Es un ritual diario, donde todo se prepara con calma antes del ajetreo del servicio. Lejos del ajetreo, vigila cada detalle, fiel a las exigentes normas que le han forjado.

La huella de una herencia y la búsqueda de la excelencia

Detrás de su cocina hay recuerdos. Los de su infancia en Campania, comidas familiares en las que el ragú se cocía a fuego lento durante horas, platos que unen a la gente y cuentan una historia. Este vínculo con su tierra natal nunca le ha abandonado, ni siquiera cuando se dirigió a Milán para formarse en el Four Seasons bajo la tutela de Serge Mei.

En 2006, cruzó los Alpes para unirse a las cocinas de Joël Robuchon, referencia absoluta de precisión y rigor. Durante más de diez años, trabajó en establecimientos prestigiosos: el Pavillon Élysée, La Table, L’Atelier Étoile y el Georges V. Allí aprendió la esencia de la gastronomía francesa, una escuela del detalle donde cada elemento cuenta.

L’Attilio: un lugar donde la comida crea vínculos

Hay chefs que cocinan y otros que cuentan historias. Attilio Marrazzo pertenece indiscutiblemente a la segunda categoría. Cuando abrió L’Attilio, Attilio Marrazzo quiso que fuera algo más que una dirección gastronómica. Él mismo recibía a sus clientes, los acompañaba y les hablaba de sus platos. Para él, la cocina es algo más que un plato de comida: es una experiencia que hay que compartir.

Su enfoque se basa en una idea sencilla: destacar los productos italianos utilizando técnicas francesas. Cada ingrediente se selecciona cuidadosamente, favoreciendo los canales de distribución cortos y los productos ultrafrescos. Lejos de una cocina anclada en la tradición, utiliza su instinto para encontrar el equilibrio perfecto entre textura y sabor.

La ambientación sigue esta filosofía. De día, el bistró evoca la espontaneidad de las trattorias, con un toque parisino. Por la noche, las luces se atenúan y el ambiente se vuelve más sosegado. Arriba, hay una zona confidencial donde puedes disfrutar de una experiencia privilegiada en presencia del chef, descubriendo su mundo y su selección de vinos.

Mirando al futuro

Attilio Marrazzo ya se ha ganado una estrella, pero no se detiene ahí. También está al frente de La Table du Château de Noirieux, cerca de Angers, donde aplica su enfoque fusionando influencias italianas y francesas. Su objetivo no es ganar más premios, sino perfeccionar constantemente su arte.

Lo que le motiva es ese momento en que un cliente se va con un recuerdo, una emoción. Más que un plato, busca crear un recuerdo gustativo, un vínculo entre su historia y la de quienes prueban su cocina.

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